Otra para los gustos culpables...


La verdad es que esta rola siempre me ha gustado: mis amigas y yo la exigíamos todos los viernes en el café donde tocaba "Secreto a voces" y me consta que se encuentra perdida en algún sitio de mi iTunes. Pero esta mañana mientras caminaba sintiendo en la cara el aire frío que me despertó por completo noté que, sin darme cuenta, tarareaba la canción...


Reflexiones en sepia


Me gustan las tardes lluviosas como la de hoy: las gotas caen lentamente apenas mojando el suelo, el cielo gris extiende sus brazos nubosos y todo el ambiente del atardecer se tiñe de un amarillo-marrón pálido que disminuye la luz y pontencia los pensamientos.

El mundo en amarillo siempre ha llamado mucho mi atención, me intriga y me encanta, me hace pensar... debe ser porque muchos de mis sueños son en ese color... suelo soñar en sepia. Quizá por ello esta tarde con las negras cortinas enmarcando al borroso y pálido mundo me asaltaron vívidas imágenes tuyas. Mientras transcurrían los pocos minutos de ensueño recibí la visita de un Eros medieval que tenía tu olor, el tacto de tu piel, la suavidad de tus labios, la decisión de tus manos, el calor de tu cuerpo; escuché tu voz, sentí tu respiración en mi cuello, vi tus ojos dentro de los míos...

Gradualmente la luz sepia fue transformándose en rosa, luego en oscuridad nocturna. Entonces me di cuenta de que estaba sola con un recuerdo que alimenta mi desgastado corazón...

Me gustan las tardes sepia, lluviosas como la de hoy porque espero que regreses en forma de luz para volver a tenerte junto a mí.

The three [letters] you wrote me after I had broken of the engagement are so beautiful, and so badly spelled, that even now I can hardly read them without crying a little.
(Oscar Wilde. The Importance of Being Earnest. -Act II. Cecily-)


I so love snail mail.



Every time I receive a letter which was hand written and sealed carefully just for me I feel so loved an important. I know one person somewhere thought about me, and wrote the right words for me in a very special way: playful letters for a letter... a tiny piece of soul transformed into written words...

Right now I'm trying to translate my soul. I need to be close to my friends somehow.


By Christine Garner


I'll keep on reading... so, please, keep on writing.
(you all know I always write back... even if it takes a little long)

A quien corresponda,


antes de abrir el paquete debo decirle que no está adquiriendo cualquier producto pues usted no es cualquier cliente: ha sido seleccionado de entre millones debido a sus cualidades físicas, mentales y espirituales; usted es, pues, el ser humano ideal para recibir la caja que quizá ahora mira con expectantes ojos.

No. No abra la caja aún aunque ésta se agite. No se altere, nada peligroso se encuentra en su interior. Previo a la ruptura de los sellos que resguardan su nueva adquisición es necesario que conozca algunas características que hacen único al producto y un par de consejos prácticos para su conservación y cuidado.

El artículo del cual ahora es dueño fue producido y criado por la que suscribe: poco más de una veintena de años lo vi crecer y fortalecerse, he atendido sus padecimientos y lo he alimentado. Se desarrolló en un ambiente cálido y controlado del cual fue extraído con suma delicadeza para ser entregado a usted bajo los más altos estándares de calidad.

¡Si hubiese visto la felicidad que mostró cuando supo que salía para estar con usted! Fue tanta la excitación del momento que yo misma olvidé el dolor que implicó tal proceso.

El producto presenta algunas cicatrices que lo distinguen de otros de similar fabricación. No se trata de algún defecto, sino de distintivos característicos de su crecimiento normal; sin embargo, la excesiva alegría causada por el conocimiento de estar con usted (suceso que le referí líneas arriba) causó en él una herida profunda pero de fácil compostura: requiere de sus hábiles y cálidas manos para sanar.

No olvide alimentarlo, arroparlo cuando haga frío, leerle un cuento por las noches y darle un té caliente por las mañanas, notará usted cuánta gratitud puede estar contenida en nuestro producto.




Así que, por favor, no se sorprenda si tras romper los sellos descubre un espasmódico y sanguinolento ser que sólo clama por una mirada suya, su calor, una palabra, el tacto de sus manos, un abrazo o un tierno beso. Comprenda que cuatro cavidades y cuatro válvulas que trabajan incesantemente sólo para usted requieren un poquito de amor.

Abra el paquete y disfrute su nuevo corazón, le pertenece.



Atte. Kitsune


PS. No se preocupe, yo conservé el estómago.



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¿No toman los niños todo cuanto les viene en gana? -¿Y yo qué?
Goethe. Die Leiden des jungen Werther




Soy un desventurado Werther.

Me bebo mis propias lágrimas. Yo también escribo cartas: el diario de mis deseos ontológicos.

Soy un Werther desdichado.

21°16′58″N, 89°39′49″O

Para S. E. F. A.


Shelly vivía en la costa con sus hermanas, pasaban los días jugando en la playa bajo los amorosos rayos del sol hasta que eran cubiertas casi por completo con arena arrojada por las espumosas olas quienes también preparaban para ellas una mullida cama de algas húmedas cerca del embarcadero. La giratoria luz del faro arrullaba sus ensueños nocturnos al tiempo que algún barco lejano emitía su grave voz desde el horizonte. Pero Shelly no podía dormir.

Una mañana de invierno había llegado a la playa arrastrada por una ola, su palidez y redondeadas formas llamaron de inmediato la atención de toda la comunidad pues ella era distinta de los demás; sin embargo, las hermanas se apiadaron de ese hálito de tristeza que envolvía a la recién llegada, la bañaron en las saladas aguas y la llevaron a vivir con ellas. Shelly, como fue bautizada por la abuela, poco a poco se integró a la vida con sus nuevas hermanas e, incluso, adquirió un tono rosado a causa del sol. Pero no podía dormir: pasaba las noches en vela mirando al cielo.

Nadie sabía por qué Shelly se enterraba en la arena durante las noches nubladas ni por qué permanecía despierta cuando el cielo estaba despejado; pero no esperaban comprenderla, aunque ahora fuera una hermana más, siempre sería diferente: una extraña llegada de tierras distantes. La abuela, sin embargo, observaba a su nueva nieta y veía en ella el mismo anhelo casi olvidado de su juventud, un deseo imposible que la llenaba de empatía y, sobre todo, de una profunda tristeza.

Una calurosa noche de verano Shelly se acercó a la abuela, quien se sabía era insomne desde hacía mucho tiempo, y preguntó: “¿cómo puedo hacer para convertirme en estrella?”. La abuela se paralizó en su lecho de coral y se vio a sí misma haciendo la misma pregunta a la que antes fuera su nana en la infancia. “Niña, le contestó con áspera voz, eso es imposible”. Imposible, una palabra fuerte que hizo eco en el vacío y sopló hasta apagar los fuegos del solsticio.

Shelly no podía dormir, pasaba las noches en vela mirando las estrellas: deseaba ser una de ellas. Sólo así podría ser hermosa y acercarse al cometa que había robado su corazón. Pero las palabras de la abuela, aunque breves, comenzaban a sumirla en un dolor más profundo que el mismo mar. Claro, era imposible que una simple conchita apenas visible entre la arena pudiera transformarse en una enorme estrella brillando a miles de años luz más allá de la playa.



Amanecer en Progreso


Sin dejar de mirar el cielo y con un lacerante dolor, la conchita se alejó de los juegos, los baños vespertinos y las canciones de cuna a medida que transcurría el otoño y la luna llena de octubre brillaba con toda su intensidad. Las hermanas de Shelly estaban preocupadas, extrañaban la forma en que ella dibujaba sus huellas en la arena como si se tratase de la estela que deja la cola de un cometa al surcar los cielos.

La abuela sentíase culpable al contemplar el estado de su pálida nieta, de modo que decidió hablar con ella. Le contó cómo en su juventud también había deseado ser una estrella sin conseguir nada más que cicatrices y decepción. Shelly, por su parte, explicó a la abuela que no se trataba de un ardid juvenil sino de amor: “un brillante cometa robó mi corazón”, dijo con seriedad. Conny, la más pequeña de la familia, quien yacía en el lecho de coral de la abuela renuente a hacer la siesta, había escuchado todo; no comprendía por qué las conchas más grandes se complicaban tanto por ciertas cosas. “No necesitas ser una estrella para recuperar el corazón que te robaron, tú vives donde está tu corazón”, dijo mientras se escabullía entre las ramas del inerte coral. Shelly no había prestado atención a las palabras de Conny, pensaba que era muy pequeña como para comprender ciertas cosas.

El tiempo pasó como golpe de mar para las hermanas, para Shelly cada noche mirando las estrellas era una eternidad. Cuando llegó el solsticio de invierno la conchita se encontraba recostada sobre las frías algas mirando fijamente la inmensidad del cielo en la noche más larga del año. De repente la piel calcificada de Shelly se estremeció: ahí, a miles de años luz de distancia, se hallaba él, majestuoso y brillante, la miraba.

La conchita sintió un cálido abrazo, una luz que besaba sus manchitas rosadas y cómo se llenaba un hueco: había recuperado su corazón.

A la mañana siguiente Shelly había desaparecido. Algunos dicen que el mar se la llevó de la misma manera que la había dejado en la playa; otros, que se enterró tan profundo en la arena como para llegar a China (que es un lugar que siempre se encuentra del otro lado del mundo no importa dónde estés); pero Conny cuenta que una enorme piedra con cola se llevó a su hermana a los confines del universo donde ahora vagan juntos compartiendo un enorme y titilante corazón.



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La idea de escribir este texto surgió en Progreso, Yucatán (octubre 17, 2007) mientras caminaba de espaldas al amanecer. Mis amigos y yo nos pusimos en camino cuando aún estaba completamente oscuro, y mientras nuestros pasos se acercaban al largo muelle la luz comenzó a iluminar el agua, la arena y las innumerables conchitas que acariciaban nuestros pies desnudos a cada paso. Yo había pasado la noche entera sin dormir, así que aún tenía los ojos llenos de estrellas, la ropa saturada de arena y la mente vasta con el anhelo de la mirada de S.
Fue así como traje de Yucatán algo más que quejas.
La "historia" ha cambiado bastante desde su concepción hasta hoy... creo que se debe a los continuos golpes de mar que impiden a las conchitas y granos de arena permanecer en el mismo lugar... supongo que seguirá cambiando como las costas donde nació.
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